viernes, 8 de abril de 2011

EL DIABLO Y LA BOTELLA


Keawe iba por el mercado medieval y vio una tienda un tanto rara, que iba a la par con su dueño. Este último, al ver a Keawe, le anunció varios de sus extraños productos, pero Keawe se enamoró al instante de una botella roja muy bonita, y le preguntó al vendedor qué usos tenía, a lo que él contestó:
-Si un hombre compra esta botella, el diablo se pone a su servicio; todo lo que desee, amor, fama, dinero, amistades, casas, popularidad…, basta una palabra y todo será suyo en cuanto exprese su deseo.

Keawe la compró por insistencia de Mel, su compañero y amigo, movido por la avaricia.

-No es esa mi idea- dijo Keawe-, sino tener una hermosa casa con jardín en la costa de Kora, donde nací.

-¿Es posible que no te hayas enterado- dijo Mel- que tu tío, aquel buen hombre, ha muerto? Acaban de decírmelo, y su familiar más cercano eras tú.

El contable planteó muchas preguntas, tomó su pluma he hizo cálculos; y cuando los hubo hecho, dijo la suma exacta que Keawe había heredado.
  • En dinero, tiene usted bienes que se valoran en 6 mil millones de euros.
  • Dios mío, bueno, puede que todo esto haya sucedido de forma natural y que el diablo de la botella no haya tenido nada que ver con ello. Yo no he pedido nada.
  • Tú no…-dijo su mujer, escondiendo algo.
  • ¿Qué es eso de tú no? Espero que no hayas tocado mi botella.
  • Pues si que la he tocado, y he visto al diablo, y le he pedido que matase a tu tío, sí, pero es por el bien de nuestra familia.
  • ¡Nuestra familia estaba muy bien antes de pactar con el diablo¡ Simplemente la compré por insistencia de tu hermano y porque me parecía que era muy bonita, pero no para darle uso.
  • En la botella ponía que si mueres y posees la botella, estás condenado al infierno eterno.
  • ¿Qué?
  • Hay que deshacerse de ella-dijo Mel.
  • ¿De quién, de la botella o de mi mujer?-dijo Keawe, enfadado.
  • De la botella, no creo que quieras pasarte la eternidad pasando calor.
  • Para eso nos vamos a Écija.
  • Tarde- dijo el diablo, que acababa de entrar en escena- lo siento, ¡pero todos vosotros estáis condenados al infierno¡
  • ¿Por qué?-dijo la mujer de Keawe.
  • Por avaricia, lujuría- dijo mirando a la mujer de Keawe, pero no dio más detalles- y más pecados así.

Mel, Keawe y la mujer de este último fueron condenados al infierno: los dejaron delante de una oficina del INEM, haciendo cola detrás de 4000000 de parados, vamos hasta la eternidad, ya que siempre estarían haciendo cola, al menos hasta que desapareciera la política, bueno dejémoslo en para siempre. Y lo peor no fue eso, ¡lo peor fue que se les había acabado el paro¡













Madiba98

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