viernes, 8 de abril de 2011

el reencuentro


Érase una vez, una niña llamada Amalia, que tenía 14 años. Ella era gótica y a su vez adoptada, pero eso no era hecho para que se llevara mal con sus padres adoptivos. Tenía un problema que ella no quería admitir, siempre estaba sola; nadie quería estar con ella por el hecho de que era gótica, ni los de su clase ni vecinos de su alrededor. Un día tuvo una discusión con los compañeros de clase, y al llegar del instituto, Amalia se pasó toda la tarde encerrada en su cuarto llorando, porqué por fin se había dado cuenta de que estaba sola y quería tener, aunque fuese un amigo para contarle sus problemas o una hermana que la pudiera ayudar, por eso, esa misma noche fue y le preguntó a sus padres si cuando le adoptaron ella tenía alguna hermana o hermano, sus padres en seguida cambiaron de tema y se pusieron a cenar, Amalia estaba cansada y como sus padres no querían responder, dejó el tema, pero eso no quería decir que se diera por vencida, si ella tenía alguna hermana o algún hermano, lo pensaba averiguar.
Pasaron los meses y ella cada noche le preguntaba a sus padres sobre el mismo tema, pero ellos siempre tenían alguna excusa para no responder a ello. Hasta que por fin, un día ya cansada de que sus padres no le contestaran y le evitaran la respuesta, los cogió a los dos, los sentó en el sofá, y les comunicó que hasta que no dijeran la respuesta a su pregunta no se iban a mover de allí; enseguida su madre dijo que se tenía que ir a hacer la cena y su padre que tenía que ver el partido de fútbol de la tele, pero esta vez Amalia no les pensaba dejar escapar, les volvió a sentar y pidió por favor que se lo contaran. Sus padres se siguieron negando, entonces ella tuvo que pasar al plan B, contarles a sus padres todo lo que le había pasado en el instituto, las peleas que había tenido, el hecho de que se sentía sola y el hecho de que quería tener algún amigo o amiga, o que quería también tener un hermano o hermana que la entendiera y le ayudara. Sus padres a todo eso no se pudieron resistir, y le pidieron a Amalia que pasara lo que pasara, que no se enfadara con ellos. Amalia asintió.
Sentados en el sofá, empezaron a explicarle que cuando la adoptaron, ella solo tenía 1 año y poco, y que sí, que tenía una hermana, pero que no eran dos hermanas normales sino que eran gemelas, Amalia era la mayor, y...
Amalia les interrumpió en ese mismo instante porqué quiso saber lo principal, cómo se llamaba. Su madre, le respondió que se llamaba Elena, que eran iguales, y que se llevaban muy bien, si no fueran hermanas serían las mejores amigas, Amalia estaba tan conmovida que se puso a llorar, sentía que ahora podría tener una hermana con la que se llevaría muy bien, pero enseguida, le vino a la mente otra de sus innumerables preguntas, que porqué no la adoptaron a ella también; esta vez respondió su padre, y le contestó que cuando llegaron para cogerla vieron que se llevaban tan bien que quisieron traerlas juntas y así no tener que separarlas, pero les dijeron que eso era imposible ya que otra pareja iba de camino para llevársela, y no era posible que se la dieran. Amalia enseguida quiso saber cosas sobre su hermana gemela Elena, y subió a su ordenador a intentar averiguar algo de información, como por ejemplo, al instituto al que iba o si estaba en este país o no, en fin cualquier dato era bienvenido. Se pasó dos horas tecleando y tecleando buscando información pero no encontró nada.
Estaba ya cansada y se fue a la cama sin cenar, porqué no tenía hambre.
Pasaron los meses y Amalia no había dejado de pensar lo divertido que sería tener una hermana con ella y además gemela, pero por lo que más curiosidad tenía era por saber cómo sería, si tendrían el mismo gusto, si pensaban igual, si también era gótica o no, ya que al ser gemelas era algo bastante probable.
Esa misma tarde fue a la panadería a comprar pan, pero era una panadería nueva que acababan de abrir y que había decidido ir porque a la que iba normalmente estaba cerrada por reparaciones. Cuando le tocó su turno, la panadera se fue y le dijo a su hija que atendiera ella a los clientes, ella asintió, estaba leyendo un libro en una silla y no le veía la cara, pero cuando se levantó pudo ver que era muy guapa y alta con una sonrisa de oreja a oreja y que vestía un vestido verde con flores blancas que le llegaba hasta un poco antes de las rodillas. Las dos se miraron a la cara y nada más verse las dos como si de dos almas gemelas se tratara, pegaron un chillido que se escuchó por toda la panadería, era Elena, Amalia no se lo podía creer, pero sí, era ella y lo supo porque al mismo tiempo chillaron cada una el nombre de la otra, con lo que pudo averiguar que Elena ya sabía de ella. Lo curioso es que las dos hicieron los mismos gestos, los gestos que solía hacer Amalia cuando estaba extrañada, las dos de pronto abrieron los ojos todo lo que pudieron, se pusieron las greñas de la cara detrás de las orejas y a la vez abrían la boca, era curioso porqué solo al parecer no solo Amalia hacía esos gestos tan extraños también los hacía su “alma gemela”.
Se saludaron, y Amalia le preguntó a Elena que cuándo acababa de trabajar, y ella le respondió que a las cinco de la tarde, entonces quedaron en que a las cinco y cuarto estarían las dos en el parque de enfrente de la panadería. Elena asintió y se despidieron.
A las cinco, Amalia ya se estaba preparando para quedar con Elena, estaba muy nerviosa por si después de conocerse ya no querría estar con ella porqué no le gustara que fuera gótica, entonces fue a su armario, estaba por una parte ropa toda negra y por la otra lleno de faldas, blusas, muchos colores (rosa, rojo, verde…), la última parte era la que ella nunca se ponía, pero hoy era un día especial, y decidió aunque no le gustara, vestirse con una falda rosa y una blusa blanca, y unos zapatos muy monos con tacón. Cuando llegó, estaba Elena esperándola, y cuando se sentó, no sabían por donde empezar, entonces Elena empezó saludándola, pero Amalia no tenía muy claro si de verdad eran hermanas, entonces, le preguntó si tenía la marca de nacimiento en un hombro, ella le respondió que sí que tenía esa mancha y que era una ala de mariposa.
Las dos estaban un poco extrañas, ya que por primera se veían las caras después de doce años. Se empezaron a caer mejor, y se contaron muchas cosas, como con quien habían estado viviendo, cómo, y que tal les había ido. Decidieron quedar otro día para seguir hablando y para conocerse mejor. Cuando Amalia llegó a su casa estaba tan contenta que sintió que algo en ella había cambiado, que la vida le sonreía, que la vida se había vuelto de colores y decidió dejar de ser gótica, y ser una más del instituto, ser como Elena. Al siguiente día en el instituto Amalia parecía otra persona, se había quitado la coraza y ya no se sentía extraña, tenía ganas de relacionarse y de empezar de nuevo. En ese momento, se le acercaron unas compañeras y le dijeron a Amalia que había una chica nueva llamada Elena idéntica a ella en el instituto. Amalia dando un gran salto de alegría y sin dar ningún tipo de explicación, echó a correr y fue a recibirla. Elena había decidido aprovechar el tiempo perdido y le explicó a su hermana que mientras pudiera no se volverían a separar y eso a Amalia le encantó, fue la primera persona que le había dicho unas palabras con tanto sentimiento, ella se sintió querida. Desde ese día tendría a alguien en quien confiar y poder compartir sus problemas. A partir de entonces se hicieron inseparables y Amalia amplió con creces su grupo de amistades.
Las dos hermanas se desvelaron todas sus vivencias, y cuando Amalia le contó a su hermana su vida anterior de gótica, Elena no la despreció, sino todo lo contrario, mirándola a los ojos, le cogió las manos y apretándoselas le dijo que a las personas no se las quiere por la apariencia sino por lo que tienen en el corazón. Amalia entendiendo que podía volver a vestir con su ropa de gótica ya que tendría a su hermana para siempre, decidió que era el momento de cambiar y ser una más. Estando sola en su cuarto, reflexionó y pensó: “ahora soy feliz”.

fin

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