domingo, 3 de abril de 2011

MEJOR SIN VERGÜENZA

¡Hola! Me llamo Pepe, o José, como tú prefieras. Tengo diez años y hablo contigo porque me he perdido y no sé a quién recurrir. Tu pareces un chico majo, ¿podrías ayudarme? ¡Oh! Eres muy amable. ¿Que cómo me he perdido? Pues si te digo la verdad no lo sé. Hace un momento tenía a mi hermano a mi lado y de repente ha desaparecido. He intentado buscarle y ya no sé ni en qué calle estoy. Estoy de vacaciones y mi familia y yo nos hemos alojado en el HOTEL LA ESPINA ESPINOSA, ese que tiene tantas salas de videojuegos. Creo que es de cinco estrellas pero no estoy seguro, si te soy sincero me he pasado la mayoría del tiempo en la piscina, arrugándome como una pasa, y no me he fijado. Desde luego el hotel es una pasada, tiene de todo: piscina, habitación de colchonetas (en realidad es un almacén donde guardan las colchonetas de la clase de gimnasia pero hay niños que dicen que se cuelan por las tardes y se lo pasan de lo más bien saltando), buffet libre, salas de videojuegos, salas de cine, parque infantil, pista de baile, televisión en las habitaciones y muchísimas cosas más. ¿Tú estás de vacaciones? Entonces, si no lo estás, te conocerás bien la zona y podrás ayudarme, ¡que guay! Pero como no debería hablar con desconocidos, te contaré cómo soy y cómo es mi vida y luego tú, así seremos conocidos. ¡Soy un genio!
Bueno, empezaré por mi infancia. Yo era un niño feliz, con muchos amigos, era el nieto y el sobrino favorito. A los cuatro añitos, ya cantaba en un coro y a los cinco participé en un concurso de canto y baile como si lo hubiese hecho de toda la vida.
     - Tienes una voz prodigiosa, José. A partir de ahora se te llamará Joselito,  y formarás parte de la historia -decía mi abuelo- tendrás éxito y traerás fama y fortuna a esta familia, estoy tan seguro como que me llamo Francisco.
     -Estoy de acuerdo, pero es demasiado joven para ser artista -respondía mi abuela con su voz lenta y precavida, como si temiera que se fuera a hacer daño si hablaba más deprisa- deberíamos esperar a que madurara un poco y fuera consciente de lo que implica ser famoso.
     -¡Bobadas! -replicaba mi abuelo entre dientes.
Desde luego esperaban mucho de mí, pero le hicieron caso a mi abuela Amparo. Yo, en realidad solo tengo a mis abuelos maternos. Los paternos se murieron cuando yo estaba en el vientre de mi madre. En fin, esperamos y esperamos, hasta que cumplí los siete años y cuando yo ya estaba dispuesto a hacerme famoso, ¡BUM! Tuve un hermanito: Juan, la desgracia de mi vida. Y no exagero cuando digo que arruinó todos mis planes para ser una estrella. Mis padres le prestaban mucha más atención que a mí, y siempre estaban  pendientes por si hacía cualquier movimiento. Lo odiaba a muerte pero nunca me he atrevido a hacerle daño, es como si hubiera una relación sentimental entre él y yo de la que no me había dado cuenta jamás, pero aún así le odiaba. Al final me harté y dejé de cantar para siempre. Fue duro para mí pero, al final, me di cuenta de que mi hermano significaba mucho más para la familia que yo. Y así pasaron los años: mi hermano llevándose toda la atención y yo queriéndome morir. Yo opino que exageraban demasiado lo de mi hermano. A ver, qué tiene de especial que un bebé eche la pota ¿eh?. Pero se acostumbra uno a este tipo de situaciones, sobre todo si duran años. Si nos hubieran tratado por igual a los dos no hubiera pasado esto.
¡Mira! Ese es mi padre. Parece que mi hermano está con él y que me va a caer una buena bronca. Bueno, hasta la próxima. ¡Adiós!

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