domingo, 7 de noviembre de 2010

SU GRAN ILUSIÓN


Había una vez una niña de quince años llamada Amalia.
Ella era una niña muy tímida y vergonzosa, cuando salía del instituto, iba a ver a las patinadoras del club de su pueblo, Amalia siempre se quedaba sorprendida y nunca se cansaba de mirarlas. Con ella vivían su madre, su abuela, su hermana pequeña, María de 9 años, y su padre, pero él nunca estaba en casa, siempre estaba de viaje de negocios. Amalia y su hermana, sorprendentemente se llevaban bastante bien. Tenía tres amigas que se llamaban Lorena, Anna y Sara, eran muy amigas y lo hacían todo juntas, eran como uña y carne.
Una noche, después de quedarse un buen rato observando a las tan envidiadas patinadoras, vio como una niña de su edad iba con su madre a apuntarse al club, entonces se le ocurrió que ella también podría patinar. A la hora de cenar fue cuando le dijo a su madre si podía apuntarse, pero la madre le dijo que no se lo podían permitir, que eso era mucho gasto, y entonces Amalia se puso muy triste. Aquella noche no paró de darle vueltas a la cabeza sobre esa gran ilusión que ella tenía desde hacía tanto tiempo pero que por temor a oír lo que aquella noche oyó, no se atrevía nunca a preguntar, eso sí, una cosa estaba clara, no se iba a dar por vencida, se le ocurrió que a lo mejor sus amigas le ayudarían a ganar un poco de dinero trabajando, a ellas les pareció bien y que se lo pasarían muy bien todas juntas trabajando.
Después llegaron todas a casa de Amalia muy contentas y cargadas con un montón de periódicos, subieron a la habitación y se pusieron a mirar en todas las páginas donde ofrecían trabajos. Al cabo de una hora buscando ya habían encontrado muchos divertidos como: niñeras, decoradoras de fiestas y muchos más, pero vieron uno en concreto que lo podían hacer dos horas después de clase, era de camareras en una bocatería. Al siguiente día después del instituto fueron a por el trabajo, y esa misma tarde les dieron los delantales y empezaron trabajar.
Cuando salieron estaban todas agotadas pero se lo pasaron estupendamente.
Al cabo de dos meses Amalia ya tenía el dinero suficiente como para por lo menos apuntarse y comprarse los patines, pero ella tenía que seguir trabajando para poder pagárselo, y poder hacer el deporte que siempre había soñado, Después de haber comprobado el esfuerzo que puso Amalia para conseguir su sueño, su madre decidió ayudarle a costear el deporte. Al cabo de cuatro meses ya patinaba como una profesional, sabía que ese deporte, era el que ella tenía que practicar, el ideal para ella, vaya, que se le daría bien.
Amalia aprendió algo que le sirvió de mucho en su vida, aprendió que si se quiere algo, se lo tiene que ganar por ella misma, que cuando se consigue algo con esfuerzo, se valora muchísimo más, y que además es posible que por ese esfuerzo tengas tu merecida recompensa.
                                                                                               RAK

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